
Las hemorroides internas se desarrollan cuando se acumula presión en las venas rectales, provocando su estiramiento e hinchazón. Esto puede ocurrir por varias razones: esfuerzo al defecar, estar sentado en el retrete mucho tiempo, estreñimiento o diarrea crónicos, embarazo o incluso levantar objetos pesados. Con el tiempo, esa presión debilita las paredes de las venas y facilita la formación de hemorroides.
La genética y el envejecimiento también influyen. A medida que envejecemos, los tejidos que sostienen las venas rectales pueden adelgazar, haciéndolas más propensas a hincharse.
Dado que las hemorroides internas se localizan en el interior del recto, no suelen ser dolorosas. Sin embargo, los síntomas pueden incluir:
El dolor es poco frecuente, a menos que una hemorroide interna prolapse y quede atrapada o se irrite.
Normalmente, un proctólogo puede diagnosticar las hemorroides internas con un simple examen y, si es necesario, un pequeño endoscopio para ver el interior del recto. La buena noticia es que la mayoría de los casos se pueden tratar primero con opciones no quirúrgicas.
Los casos graves o persistentes pueden requerir una extirpación quirúrgica menor, pero suelen ser ambulatorios y bien tolerados.
Si nota sangrado rectal, molestias persistentes o algo que le parece "raro", siempre es mejor que se haga un chequeo. No todas las causas de sangrado o hinchazón se deben a hemorroides, por lo que es importante un diagnóstico adecuado. Un proctólogo puede confirmar lo que ocurre y ayudarle a encontrar alivio con una atención personalizada.